La Fragilidad del Tiempo. Galería Gachi Prieto 2019
“En fin, ante una imagen, tenemos humildemente que reconocer lo siguiente: que probablemente ella nos sobrevivirá, que ante ella somos el elemento frágil, el elemento de paso, y que ante nosotros ella es el elemento del futuro, el elemento de la duración. La imagen a menudo tiene más de memoria y más de porvenir que el ser que la mira” (Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes. Georges Didi-Huberman, 2011)
La fragilidad del tiempo reúne un conjunto de obras de once artistas que retrata la experiencia de lo (a)temporal e interroga los modos en los que se construyen el imaginario y la memoria. Apelando a la fragilidad que impera en ambos campos, las imágenes de esta muestra buscan subvertir las coordenadas espacio-temporales situando al espectador frente a la multiplicidad de tiempos.
Los procesos creativos develan elaboraciones singulares. Así, el reloj-objeto de Ariel Di Marco recibe al público presentando lúdicamente la caída azarosa del metal y su sonoridad concomitante al derretirse la vela. Adrián Castillos Quintela, con el registro de un cuerpo en tensión impulsado al sinsentido del trabajo mecánico, consigue fatigar al espectador. La mera insistencia, produce un circuito de hastío detenido en el tiempo. Otros artistas efectúan un recorrido por temas inherentes a un tiempo introspectivo, inaugurando así un pasado que se resignifica en el presente. Las imágenes de Esteban Posca evocan el recuerdo desplazado hacia un espacio sin tiempo. Las reminiscencias de la infancia como imágenes sin borde que se alojan en nuestra memoria, son trabajadas por Paz Brarda. Mientras que las pinturas de Florencia Valente dan un tratamiento al color y al espacio que no puede atemperarse en su obra.
En la obra de Natacha Tellez es posible entrever el diálogo ambivalente entre fragilidad y tensión de un cuerpo fragmentado que es bordeado por el vacío. A la vez, en un gesto de capturar lo efímero y rechazado de la sombra, Carlos Díaz País convoca al público a ser parte de su instalación e intervención performática. La obra sonora minimalista de Paula Pinedo, interpela al espectador acerca del vínculo que se configura con la tecnología omnipresente en nuestro tiempo.
En consonancia con la mirada hacia la historia, Mariano Combi deforma la imagen a través de la fantasía a fin de que el pasado cruento de la segunda guerra mundial sea impregnado de sarcasmo. A su vez, la fauna representada por Basilia Pérez Obregón refiere a un ritual arraigado en el imaginario colectivo que ofrece un tiempo de espera para la ceremonia de depredación.
En la frontera de lo atemporal, las imágenes atrapadas por la tanza de Ciro Fagioli flotan suspendidas en un tiempo de transición entre ausencia y presencia.
Así, la imagen -portadora de memoria- posee la capacidad de condensar los tiempos heterogéneos que nos habitan. La dimensión temporal, atravesada por la condición de lo efímero, nos enfrenta con el enigma de nuestra propia fragilidad.
Por: Paola Calcerano, Verónica Lanata, Julieta Zabalaga.